En este panel que compartimos con el profesor Martín Nuñez y las profesoras Carolina Asuaga, Flavia Fernández y Sandra Garín, analizamos los retos que la tecnología blockchain y las criptomonedas significan para la profesión contable.
Para definir qué es una Blockchain, me parece importante entender que representa un cambio significativo en el diseño de los sistemas de información, ya que esta cadena de bloques tiene la particularidad de ser un sistema de registro distribuido de transacciones.
Desde hace varios siglos, los sistemas de registro (como el modelo de contabilidad de partida doble) han concentrado esfuerzos en brindar información segura e inmutable a sus usuarios, para lo cual se implementaron mecanismos centralizados que aseguraran la confianza esperada.
La contabilidad en libros auxiliares y los sistemas informáticos, permitieron incorporar modelos descentralizados, pero manteniendo en ciertos nodos de la red la interacción que asegurara los niveles de seguridad requeridos.
Pero el verdadero desafío se planteaba en encontrar una tecnología de libros distribuidos (DLT) que permitiera una redistribución del poder y nuevos mecanismos de generación de confianza, basados en los modelos de intercambio entre pares (P2P, peer to peer) asociado a internet.
Aquí es donde el concepto de cadenas de bloques, conocido como tecnología blockchain, permite un salto significativo en la forma de construir confianza en sistemas de información, completamente distribuidos, donde no hay nodos que concentren el poder de validación de las transacciones.
Pero cómo nos aseguramos que la información sea confiable si no hay una entidad única, emisora de la información.
En este punto juegan un rol importante los algoritmos, los hash, los bloques y los mecanismos de consenso, que intentaré explicar de manera simplificada a continuación.
En una blockchain vamos a almacenar información (transacciones), que al circular en una red distribuida, requiere un mecanismo eficiente de control para asegurar que no existan alteraciones en el contenido de los datos, para lo cual se utilizará un hash.
Ese hash es el resultado de una función (algoritmo) que para un conjunto de datos de entrada (y con independencia del tamaño de esos datos) devuelve un número de longitud fija.
Así que como la función utilizada en cada blockchain es conocida, almacenaremos en un bloque las transacciones junto al hash generado. Cualquier cambio en las transacciones implicará que el algoritmo devuelva un hash diferente al que está en el bloque, y esto es algo que cualquier nodo de la red distribuida puede verificar.
Como se trata de una cadena de bloques, al primer bloque, lo identificaremos con un hash adicional que contiene exclusivamente ceros (genesis). Pero en los sucesivos bloques, vamos a incorporar el hash del bloque anterior.
Así cada bloque tendrá dos hash: uno propio que asegura que los contenidos no puedan ser modificados, y otro que corresponde al hash del bloque anterior que asegura que no falten bloques ni se altere el orden de la cadena.
De esta manera las transacciones se agrupan en bloques y se encadenan en una blockchain. Pero para que un registro distribuido funcione, se necesita un mecanismo de consenso que asegure determinar una única verdad.
Si hay un número importante de nodos en la red distribuida, el acuerdo permitirá determinar qué cadenas son válidas para la red.
En consecuencia las cadenas de bloques brindan seguridad (las copias están almacenadas en muchos nodos), inmutabilidad (garantizada por los hash), confianza indiferente (ya que no importa quién sea cada nodo) y descentralización (en su mayor expresión, pues es un sistema distribuido que funciona por mecanismos de consenso).
Esta nueva forma de gestionar sistemas de información, nos permite desarrollar libros contables distribuidos, y nos obliga pensar en nuevos roles para las y los profesionales en contabilidad, que en los sistemas centralizados sumábamos confianza, ahora disponible a través de mecanismos totalmente diferentes.
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