En estos días está terminando la primera etapa de la Revista Orsai, un emprendimiento del argentino (viviendo en España) Hernán Casciari.
Las cosas no salieron como estaban planeadas. Pensamos que venderíamos unos tres mil ejemplares del primer número. Pensamos que los escritores y dibujantes prestigiosos nos dirían que no, al menos la primera vez. Y que pagaríamos las colaboraciones y los sueldos de nuestro bolsillo. Y que el sueño de una revista sin publicidad era solo nuestro. Y que si las librerías nos daban la espalda nadie compraría un pack. Y que la prensa no se interesaría por el proyecto. No esperábamos, ni remotamente, lo que pasó. (...) Lo decimos para que sientan que el esfuerzo, que la empresa en la que nos embarcamos todos, funciona.Empresa. Estuve a punto de no escribir esa palabra en el párrafo anterior, para referirme a lo que conseguimos entre todos. Busqué un sinónimo que sonara mejor, pero en realidad la palabra no tiene la culpa. La palabra empresa está muy bien. El problema es lo que hicimos con esa palabra en el siglo pasado.
Pero si lo pensamos bien, en su primera acepción no es mala palabra: “Acción que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”. ¿Por qué no decir empresa? Nos divertimos como chanchos haciendo esto, y sin embargo es rentable. Yo creo que podemos pronunciarla en paz.
Con esas plabras, Hernán me hizo retomar un conjunto de ideas que sostengo hace tiempo, y que tienen mucho que ver con mi formación de grado de contador público y mi ejercicio profesional en el ámbito privado - en posible contraste con mi formación sindical y mis actividades en el mundo de la recreación.
Las empresas como lugares de explotación y (através de ésta) generación de plusvalía, deberían caer en desuso... deberíamos poder pensar en términos de colaboración, y convertir la responsabilidad social en el objetivo mismo de la empresa.
Creamos organizaciones para satisfacer necesidades... así que las empresas deben ser organizaciones sociales por su propia definición. Deben estar al servicio de los usuarios, que a su vez deben darse cuenta que son algo más que simples "consumidores".
Es cierto: Se pueden hacer empresas, y que eso no sea mala palabra.