En los últimos años se ha hablado muchísimo de las plataformas: aplicaciones o sitios web que eliminan intermediarios y conectan usuarios, acercando oferta y demanda, simplificando los procesos y desarrollando nuevos modelos.
Pero ya es momento que quienes estamos en formación e investigación universitaria, quienes damos conferencias y quienes son influencers en las redes, comencemos a aportar nuevas miradas y, por sobre todas las cosas, a ser críticos con el modelo que ha predominado.
¿Estas plataformas son realmente un modelo colaborativo o simplemente nuevos actores que intermedian y concentran información/poder? ¿Cómo serán las nuevas relaciones de trabajo? ¿Cuál es el rol del Estado en este contexto? ¿Tiene sentido la tributación en la economía digital? ¿Hay otras formas que realmente se apoyen en redes distribuidas?
En este momento están surgiendo otros actores que apuestan a transformar nuevamente la forma de hacer las cosas, ya que las famosas plataformas - del estilo de Uber y Airbnb - poco tienen de verdaderas redes de pares (P2P) pues se apropian de los datos, controlan la entrada y salida de los actores e intermedian en el proceso, concentrando poder.
El sector financiero se ha poblado de aplicaciones de software (fintech) que aceleran el proceso de transformación digital que los bancos no han logrado llevar adelante. Pero la gran dificultad está en la interoperabilidad de todos esos sistemas.
Por otro lado, un gran impulso a blockchain, que se posiciona como una nueva mirada sobre los sistemas de información que también hoy pueden ser montados en redes distribuidas, que aseguren la independencia, la seguridad, el acceso, el control y la ausencia de concentración de poder.
La clave entonces, a mi gusto, está en impulsar la interoperabilidad de los sistemas, las apps, los sitios webs, las plataformas de pagos, el gobierno, etc.
Hay que generar normativa y tecnología que permita garantizar que los pequeños emprendedores, las cooperativas de trabajadores, los grupos de usuario y los nuevos medios de pago, puedan transaccionar y operar con otros actores con sus mismas características, así como también con los grandes jugadores.
En estos días terminó el piloto de la aplicación e-peso, con un alcance muy limitado, justamente por la falta de interacción con el resto del sistema financiero (transferencias, depósitos, retiros) y con el comercio (pagos, cobros).
La interoperabilidad permite mayor flexibilidad para el desarrollo de nuevos negocios, ayuda a la protección de datos personales de los usuarios, impulsa el crecimiento y evita los oligopolios.
[Aquí mi columna en 1410 AM sobre este tema el 29/05/2018]
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Pero ya es momento que quienes estamos en formación e investigación universitaria, quienes damos conferencias y quienes son influencers en las redes, comencemos a aportar nuevas miradas y, por sobre todas las cosas, a ser críticos con el modelo que ha predominado.
¿Estas plataformas son realmente un modelo colaborativo o simplemente nuevos actores que intermedian y concentran información/poder? ¿Cómo serán las nuevas relaciones de trabajo? ¿Cuál es el rol del Estado en este contexto? ¿Tiene sentido la tributación en la economía digital? ¿Hay otras formas que realmente se apoyen en redes distribuidas?
En este momento están surgiendo otros actores que apuestan a transformar nuevamente la forma de hacer las cosas, ya que las famosas plataformas - del estilo de Uber y Airbnb - poco tienen de verdaderas redes de pares (P2P) pues se apropian de los datos, controlan la entrada y salida de los actores e intermedian en el proceso, concentrando poder.
El sector financiero se ha poblado de aplicaciones de software (fintech) que aceleran el proceso de transformación digital que los bancos no han logrado llevar adelante. Pero la gran dificultad está en la interoperabilidad de todos esos sistemas.
Por otro lado, un gran impulso a blockchain, que se posiciona como una nueva mirada sobre los sistemas de información que también hoy pueden ser montados en redes distribuidas, que aseguren la independencia, la seguridad, el acceso, el control y la ausencia de concentración de poder.
La clave entonces, a mi gusto, está en impulsar la interoperabilidad de los sistemas, las apps, los sitios webs, las plataformas de pagos, el gobierno, etc.
Hay que generar normativa y tecnología que permita garantizar que los pequeños emprendedores, las cooperativas de trabajadores, los grupos de usuario y los nuevos medios de pago, puedan transaccionar y operar con otros actores con sus mismas características, así como también con los grandes jugadores.
En estos días terminó el piloto de la aplicación e-peso, con un alcance muy limitado, justamente por la falta de interacción con el resto del sistema financiero (transferencias, depósitos, retiros) y con el comercio (pagos, cobros).
La interoperabilidad permite mayor flexibilidad para el desarrollo de nuevos negocios, ayuda a la protección de datos personales de los usuarios, impulsa el crecimiento y evita los oligopolios.
[Aquí mi columna en 1410 AM sobre este tema el 29/05/2018]
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