La semana pasada me entrevistó el periodista Tomer Urwicz de El País, como parte de la nota "El Uber del alojamiento" en el suplemento Qué Pasa, donde se abordó el impacto de la plataforma Airbnb en el sistema tradicional de arrendamiento de inmuebles.
En particular comenté para la nota la importancia de que la propia comunidad sea la que controla, la que califica y establece los niveles de calidad deseados de los servicios. Por lo que señalaba como un desafío para los Estados, la necesidad de empoderar a la población para que sea capaz de exigir calidad más allá del control estatal.
A su vez se me consultaba sobre el impacto en el empleo, y sin lugar a dudas cada nueva iniciativa de tipo colaborativa también genera nuevos empleos y dinamiza la economía.
En un momento de la historia los seres humanos hemos necesitado de intermediarios (esto no fue siempre así, ya que el sistema de trueque o comunidades de colaboración, existieron con los primeros grupos humanos). La intermediación facilitó el intercambio de bienes y servicios, y trajo aparejada la necesidad de implementar algunos controles que dieran confianza a las transacciones.
Actualmente para muchas actividades, la tecnología permite que quien tiene una necesidad se contacte directamente con quien puede ofrecer la solución. Este cambio no significa necesariamente el fin del sistema capitalista, sino que algunos negocios deberán reinventarse.
Los cambios de modelo, no son de un día para otro. Por eso es relevante que la sociedad defina cómo debe intervenir el Estado y que se asuma una cultura del autocontrol. Antes uno salía a la calle y suponía que el chofer era profesional porque manejaba un auto pintado de amarillo con un cartel de "taxi", y ahora no es necesario pues una aplicación con GPS me puede ayudar a encontrar un vehículo que me transporte. Las inmobiliarias surgen como un intermediario que une oferta y demanda, y cobra una comisión por brindar información y acercar a las partes, mientras que en Airbnb, Mercado Libre o El Gallito en Internet, actualmente se pueden aplicar filtros con criterios de selección, ver fotos y conocer experiencias de visitantes anteriores. La confianza se construye a través de experiencias de usuarios interconectados y no necesariamente por intermediarios.
Son muchos los intentos de regulación y control de la tecnología en el mundo, pero pocos los que están siendo efectivos. Las normas siempre llegarán después de que existan nuevas formas de hacer las cosas, por lo que correrán de atrás, intentando regular lo que ya es una realidad. En ese sentido, empoderar a la ciudadanía como usuarios digitales críticos y exigentes es un paso esencial.
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