Mi sábado estaba planificado a las corridas, pues a las 7:00 salí rumbo a Buenos Aires vía Colonia (taxi, bus, barco) al asado de despedida del año de Invenzis.
Llegué a las 11:30 (hora de Argentina) y un remise me pasaría a buscar a las 14:00 para tomar un avión 16:20 y así llegar a las 18:00 a Carrasco. El objetivo era llegar en hora para ver el show de Serrat y Sabina en el Estadio Centenario.
Cinco minutos antes de partir (dejando por la mitad unas tiras de asado y la copa de vino mendocino) recibo un SMS - gracias al roaming de Ancel - que me avisa que el show se suspendía para el domingo.
Llamada a Aerolíneas Argentinas, postergación del vuelo y del remise, y 3 horas más para el postre y el show de Juan Carlos Mastrangelo.
El domingo la noche estaba ideal, y la gente muy dispuesta aplaudió la salida a escena del Pitufo Lombardo que con su guitarra acústica intentó regalar unas pocas canciones de su disco debout como solista, a pesar del pésimo sonido, la luz solar que aún iluminaba el estadio, y los desperfectos técnicos (que, al parecer, sigue siendo el karma de los teloneros).
Joan Manuel y Joaquín, se despecharon con un show de más de dos horas y media, entre risas, versiones cruzadas, versos irónicos, y guiñadas cómplices con el público uruguayo.
Las luces y las imágenes proyectadas en el telón de fondo, le daban un excelente marco, a las canciones de siempre, entonadas en solitario y a dúo con una banda muy sólida detrás (de la cual solo me resultaron incómodas las voces femeninas del coro, que cumplían el rol de apoyar la voz muy gastada de Sabina).
No faltó nada, y no sobro ni uno solo de los miles de aplausos.
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