Gabriel Budiño

martes, 5 de septiembre de 2006

Qué valores enseñamos?

El decano de Ciencias Económicas (Walter Rossi) ha escrito algunas reflexiones sobre la Educación en Valores, de las cuales aquí transcribo un párrafo que sirve de ejemplo:

Una parábola que se repite con bastante frecuencia en cursos de “marketing” y de “management”: Dos jóvenes ejecutivos norteamericanos han terminado sus ejercicios en Central Park de New York y están sentados descansando. Se han sacado sus zapatillas de correr y secan su sudor. En ese momento ven a 50 metros un tigre. Uno de ellos se pone rápidamente sus zapatillas. El otro lo mira y le dice “para que te pones las zapatillas si igual nos va a alcanzar”. El diligente le contesta “lo importante es que te alcance a vos primero que a mi”. Esta parábola procura explicar la competitividad. Yo diría la competencia salvaje. Es la negación de los humanos como tales. Seguramente de actuar como dice el diligente el tigre se hubiera desayunado al primero y luego lo hubiera alcanzado a él y habría realizado su almuerzo. Los humanos en sus primeros momentos crearon tribus, vivieron en comunidades, enfrentaron entre todos a los tigres, con piedras y palos, quizás guiados por líderes que habrán aparecido en función de su compromiso con los demás, su fuerza o su inteligencia. De esa forma enfrentaron a todos los animales más feroces y fuertes que ellos individualmente pero a los que vencieron sobre la base de la solidaridad. El hombre es un ser social porque de otra forma habría desaparecido. Este ejemplo es producto de un tipo de educación que en mi opinión atenta contra la esencia humana. Creo que es educar en los contravalores.

Más adelante Rossi recuerda una frase escrita como lema en un colegio: "En un mundo competitivo, formamos jóvenes solidarios y competentes".

1 comentario:

  1. Me parece que esto te da una idea de lo que pienso a cerca de la enseñanza en valores, más alla de todo lo que ya hablamos.
    TODO LO QUE HAY QUE SABER LO APRENDÍ EN EL JARDÍN DE INFANTES

    La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la Universidad. Si­no allí, en el arenero. Estas son las cosas que aprendí:

    Compártelo todo. Juega limpio. No le pegues a la gente. Vuelve a po­ner las cosas donde las encontraste. No te lleves lo que no es tuyo. Lim­pia siempre lo que ensucies. Pide perdón cuando lastimes a alguien. Son­rójate. Lávate las manos antes de comer. Las galletitas calientes y la le che fría son buenas.

    Vive una vida equilibrada: aprende algo, y dibuja, y pinta, y canta y baila y juega y trabaja cada día un poco. Duerme la siesta todas las tardes. Cuando salgas al mundo ten cuidado con el tránsito, tómate de las manos y no te alejes. Permanece atento a lo maravilloso. Recuerda la pe­queña semilla del vaso. Las raíces bajan, la planta sube y nadie sabe realmente ni como ni porque, pero todos somos así. Los peces de colores, los hamsters e incluso la pequeña semilla del vaso. Todos mueren y noso­tros también. Y entonces recuerda una de las primeras reglas y palabras que aprendiste, la más grande de todas:

    M I R A

    Todo lo que necesitas saber está allí, en alguna parte, la regla de oro, el amor, la higiene básica, la ecología, la política, la igualdad, y la vida sana... todo está allí, en el jardín.

    Toma cualquiera de estos ítem, tradúcelos en términos adultos sofisticados y aplícalos a tu vida familiar o a tu trabajo, a tu gobierno o a tu mundo y se mantendrá verdadero, claro y firme.

    Piensa cuanto mejor sería si todos (todo el mundo) tomásemos leche con galletitas a las 10 y luego corriendo nos acurrucáramos en nuestras. mantas de dormir la siesta o si todos los gobiernos tuviesen como polí­tica básica volver a poner las cosas donde las encontraron y limpiar lo que ensuciaron. Y otra cosa... no importa cuan viejo seas, al salir al mundo es mejor tomarse muy fuerte de la mano y no alejarse.

    Un beso

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